lunes, 28 de noviembre de 2011

Un día más.

El sol anunciaba un nuevo día sobre la ciudad, desde su ventana podía ver como los primeros rayos de luz impactaban sobre la cornisa del edificio de oficinas que tenía a simple vista. El día prometía basicamente lo mismo que otros dias, se incorporó a la cama sentandose sobre la colcha arrugada, buscando esos cinco minutos necesarios para tomar conciencia dle mundo. Ahora la ropa, la ducha, el café y a trabajar. Esos fueron los pensamientos que le condujeron mecanicamente a ocupar los primeros 40 minutos de su vida en ese día. Tal vez fuera una nueva vida, o tal vez no. El otoño llegaba con ánimo de crear rutinas, rutinas que el invierno pondría en firme.

Salió de casa a la misma hora de siempre, sin proponerselo, controlaba el tiempo que tardaría llegar al trabajo mientras escuchaba las noticias economicas, políticas y de deportes en la radio de su movil. Andaba resuelto para las horas en las que se movia, como la mayoría de personas en el metro presentaba un aspecto somnoliento pero unos movimientos rápidos.
Levantó la mirada y sin ninguna intención miró a lo largo del vagón mientras se tambaleaba cogido a la barra que colgaba del techo del viejo metro. Este estaba lleno de estudiantes, inmigrantes, trajeados y trabajadores en general. En ese momento se tropezó con una mirada nueva, unos ojos marrones, grandes y un poco rasgados, dentro de una tez morena, cuidada, que parecia suave. Una chica con un rostro agradable o más bien atractivo. con una mirada intensa, radiante y unos ojos que brillaban por si solos. Pese a que había apartado la mirada al sentirse observada y ahora estaba concentrada en un punto fijo él no pudo evitar seguir manteniendo la vista en ella. Una sonrisa bonita, agradable, unos labios normales pero que invitaban a la conversación y centraban la atención, y no era una boquita de piñon sino más bien un poco grande pero totalmente acorde al resto de su rostro. No llevaba pendientes, al menos en una de sus orejas, que quedaba parcialmente al descubierto debido a una coleta en un pelo castaño que se antojaba suave, que le apetecía poder acariciar,

Sin darse cuenta de lo descarado de su situación, intentó observar más detenidamente a esa recien desconocida, aunque estaba el metro abarrotado de gente pudo ver como vestía de manera informal, unos vaqueros, una chaqueta y bufanda o pañuelo, no lo tenía claro, pero le parecía un ser radiante, mucho más allá que atractiva le incitaba a considerarla como si ella fuera inalcanzable. De aspecto joven, se preguntaba que edad tendría aunque eso no importaba. No parecía mucho más joven que él, la verdad es que no sabía si era mayor o más joven, pero rondaría los treinta, "muy bien llevados" se dijo con una pequeña sonrisa interior.

En ese momento la desconocida se levantó de su asiento y se dirigio con cierta dificultad a las puertas para bajar en la siguiente parada, una anterior a la que hubiera bajado él,si no fuera por el deseo de seguirla que empezó a experimentar, la necesiddad de saber más de ella pero a una distancia prudencial. Sin pensarlo, calculando el tiempo que tenía para llegar a su trabajo andando, se dirigio hacia la puerta y se puso cerca de ella, intentando mantenerse lo bastante alejado para que ella no se percatara. Se sentia nervioso y al mismo tiempo un poco estupido, un sentimiento que casi le hizo quedarse en el vagón, pero "¿que mas da?" se dijo con la idea de darse valor para hacer lo que consideraba una tontería, "unicamente voy a dar un paseo hasta el trabajo" era la justificación que rondaba su mente. Pensó, mientras el tunel vislumbraba las luces del anden de la parada, que en las películas de hollywood siempre pasan cosas que hacen que chico conozca chica, que parece que todo es de color de rosas, y que los viajeros animan a los dos a conocerse. Pero claro, esto es Madrid, no es Hollywood, los viajeros tienen más bien mal humor que ganas de conversar y uno a las 6.30 no esta para ir haciendo tonterias. Soltó una pequeña sonrisa que pasó inadvertida totalmente.

Se abrieron las puertas y salieron del metro una cantidad ingente de personas, a la vez que entraba casi el mismo número al mismo tiempo,como si de un hormiguero se tratara. Escaleras arriba todos iban al unisono, el viento que entraba por la boca del metro era más bien gélido, y ella se había colocado mucho mejor la bufanda, que él antes había confundido con un pañuelo, así como la chaqueta. Una vez en la calle la chica desconocida se encaminó hacia la esquina de la calle, justo en dirección contraria a la que él debía dirigirse. Se dió por vencido, parado en la salida del metro mientras la observaba marcharse sin saber si volvería a verla, cosa que en estos momentos era mucho más importante que conocer su nombre o el matiz del color de sus ojos. Mientras la gente pasaba a su lado hasta que cada vez fué el transito de personas se hizo mas normal, aunque se reanudaria con esa intensidad en cuanto llegara el siguiente metro a la estación. Desistiendo ya de su loca idea, así la calificaba él, y con cierta sensación de fracaso y absurdez se decidió a dar la vuelta y encaminarse a su rutina habitual.

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